Segunda Parte
Crecimiento
Prefacio
La puerta era más grande de lo que había parecido desde la base del acantilado, unas 2 horas y algo más de 200 metros de tortuosa escalada antes. Desde abajo había apreciado sus contornos plateados y había supuesto que sería una entrada discreta y oculta. Pero se había equivocado. No hacía falta ocultarla a la vista, su situación en la pared de un acantilado liso que daba a un río de magma era suficiente protección.
Estaba cansado y la ceniza volcánica se le había pegado a la piel sudada, haciendo que su piel verdosa propia de los natsis Arbóreos fuera del mismo color que la montaña que lo rodeaba, como si fuera un panshdal camuflado. "Cada vez me parezco más a cualquier otra raza, cada vez me alejo más de la mía propia", pensó con un suspiro.
Con un movimiento de cabeza, alejó este pensamiento de su cabeza y se concentró en la puerta. Necesitaba traducir el complicado intrincando de las runas que tenía delante para poder entrar.
SI TUS OJOS TRASPASAN LA NOCHE,
LA CLAVE BRILLARÁ EN LA LUNA CRECIENTE.
SI TUS ALAS NO TE SOSTIENEN,
TU SANGRE IMPURA SERÁ DERRAMADA
SI TU PIEL ES NEGRA COMO LA CENIZA,
LA VERDAD SERÁ REVELADA Y EL DÍA NO VOLVERÁ
Un escalofrío le recorrió la espalda a pesar del calor asfixiante. Esta puerta estaba destinada a ser abierta por un noctis, eso era fácil de deducir a partir de la primera línea. Pero no uno cualquiera, un noctis alado.
En los últimos 2000 años no había habido ninguno de esos seres abominables, mutantes nacidos de apareamientos uluais-noctis que conservaban características de ambas razas, lo cual ya era raro de por sí. Pero eso había cambiado, su joven pupilo de Cueva Norte, un pequeño noctis al que casi había criado, no sólo tenía alas, sino que podía cambiar el color de su piel a voluntad. Era el elegido.
Nacido de Daenna, una sacerdotisa uluais de Ainish, tras ser violada por un panshdal, el chico era un mutante noctis-panshdal, sin ninguna similitud aparente con su madre. "Razón por la que yo acabé cuidando de él", pensó con amargura. Pero un par de meses atrás había sufrido unas fiebres horribles y unos pequeños muñones habían aparecido en su espalda. "Alas", le había confirmado Daenna.
Fue en ese momento cuando un eco olvidado de su memoria se activó, recordando una vieja leyenda noctis que aprendiera en su juventud, en la que un híbrido uniría y liberaría a las razas olvidadas, noctis y panshdal.
Pero ahora no era momento de recordar viejos tiempos, tenía que abrir esa puerta. Tenía averiguar qué peligro acechaba a su pupilo y prevenirlo. Por suerte, la luna era creciente, así que era le momento adecuado. Concentró toda su energía en sus ojos, que se volvieron negros como la noche, todo pupila. Parpadeó varias veces para acostumbrarse al exceso de luz que percibía ahora y se concentró en la puerta. Una de lasrunasbrillaba a la luz de la luna como si fuera una estrella caída del cielo. La pulsó fuertemente, echando todo su peso sobre ella.
Una de las hojas de la puerta se abrió ligeramente, dejando salir un olor viciado y nauseabundo. "¿Cuándo fue la última vez que se abrió esta puerta? ¿Hace 2000 años? ¿Hace 3000?". Tomó una buena bocanada de aire puro y entró. Nadie volvió a verlo con vida.