martes, 9 de marzo de 2010

El plano

Anoche al entrar con el coche en la cochera había rollo de papel amarillento en el suelo. Pensé que podría ser un plano de un vecino que es arquitecto y pasé con cuidado para no aplastarlo con las ruedas. Supuse que el vecino se daría cuenta y lo dejé ahí.

Esta mañana, al bajar a la cochera, el papel seguía allí. Sé lo que es perder el trabajo de meses por un despiste tonto (ctrl+G y ctrl+S se han convertido en mis mejores amigos), por lo que decidí recogerlo y guardarlo en el coche para poder devolvérselo a mi vecino. Al cogerlo me di cuenta de que el papel era suave y viejo, no el papel duro y rugoso que me esperaba. Hasta su olor era distinto al que suponía que tendría, olía a libro viejo y a humedad.

Cuando lo abrí (¿o acaso esperabas que no lo abriera?), crujió ligeramente. Con mucho cuidado lo extendí sobre el volante y encendí la luz interior del coche para verlo con mayor claridad. No era una casa o ningún tipo de plano arquitectónico. Era un mapa. Y era un mapa que había visto muchas veces de pequeña, era la costa de Almería, a la altura de San José, más concretamente, un mapa de las playas de Mónsul y los Genoveses. Había una senda marcada y varias señales raras, como unas marcas con olas (¿zonas con agua?) y otras con calaveras (¿algo peligroso?). También había una X.

El ruido de la puerta de la cochera al abrirse me sobresaltó. Enrollé el mapa y lo coloqué en el asiento de copiloto. ¿Qué iba a hacer con el mapa? ¿De dónde había salido? No había nombres por ningún lado. Lo mejor era llevarlo a una biblioteca por si lo habían sacado de allí. O al departamento de Topografía de la Universidad. Repitiéndome estas ideas en mi cabeza, arraqué el coche y cogí rumbo al despacho, en la Escuela de Informática.

Pero cuando quise darme cuenta había dejado la Escuela atrás y había entrado en la autovía. Ahora escribo esto sentada en una cafetería en San José. Si todo va bien, quiero que sepáis que cuando sea rica no os olvidaré. Si todo va mal, contadle qué ha pasado a mis padres. Pase lo que pase, regad mis plantas, porque no pienso volver a la vida monótona que llevaba hasta ahora.

martes, 2 de marzo de 2010

Obsesión

Me persigue, es algo que no puedo controlar. Cuando pongo la mente en blanco ya no pienso en mis queridas musarañas, no, hay algo que ocupa mi cabeza completamente sin que me dé cuenta. Estoy trabajando y siento el hormigueo que le precede. No hay nada que pueda hacer, mi mente se ve apoderada por una fuerza externa (o debería decir interna) que hace que pierda el hilo de lo que estaba haciendo. Intento concentrarme, aparcarlo para otro momento en que esté menos ocupada... pero es imposible.

Finalmente cedo, y dejo que mi mente se vea invadida por esa obsesión que me reconcome. El lienzo blanco de mi cabeza empieza a llenarse de formas difusas y cambiantes. Reflejos rojos y grises se mezclan con medidas y alzados. Lo plasmo en papel, intento dejarlo fijado, pero vuelve, una y otra vez...