Pocos amaneceres habían sido tan malos como este. De hecho, no recordaba ninguno peor que este. Nada más despertar, el dolor de cabeza era tal que no había podido ni moverse. Era como si tuviera una piedra encima oprimiéndola.
Mientras esperaba a que su cabeza se recuperara, intentó recordar qué había causado tamaña resaca. El día había empezado bastante normal: se había despertado algo tarde, había ido al café de la esquina a desayunar y se había encontrado con unas amigas. Luego había decidido ir a tomar el sol un rato a un parque cercano. Por la tarde le había llegado el rumor que en una urbanización cercana estaban haciendo una barbacoa y se había acercado a olisquear. Al acercarse a comer algo, un energúmeno de 2 metros la había empujado y... eso era todo lo que recordaba. El resto era una nebulosa confusa. El golpe, intentar levantarse, un pinchazo por el esfuerzo y... blanco.
Todavía algo desorientada decidió levantarse y dar por empezado el día. Al hacerlo se dió cuenta de que estaba atada, completamente envuelta en una especie de cuerda blanca. Con mucho esfuerzo consiguió girar la cabeza un poco. Al hacerlo todo a su alrededor empezó a vibrar como si estuviera en una cama elástica. Asustada se paró, y así lo hizo la vibración. Esto no iba bien. Cada vez más asustada empezó a rebullirse, intentando escapar de la cuerda y no pensar en qué estaba pasando realmente. En uno de los giros uno de sus ojos captó un movimiento a su espalda. Mierda... no, no, ¡no!
Volvió a girarse y confirmó sus sospechas, algo se acercaba lentamente, y sólo podía ser una cosa. Aunque el miedo la atenazaba, empezó a moverse otra vez. ¡Tenía que salir de ahí cuanto antes! Balanceándose de lado a lado consiguió sacar una pata primero, y luego otra, y luego otra. Pero no lo suficientemente rápido. Volvió a girarse y captó el bulto acercándose cada vez más rápido. Ya no había duda, era una araña y venía a por ella. Empujando frenéticamente consiguió liberar una de sus alas. Casi, casi.
De repente, una pata la empujó contra la tela de araña. Al intentar soltarse, sólo consiguió pegarse más a la tela. La araña se acercó y la sujetó contra la tela. Con movimientos suaves y estudiados la envolvió una vez más, arruinando así su intento de fuga. Ahora que ya no tenía esperanza, era casi hipnótico ver cómo la envolvía lentamente. Por último, le volvió a picar, terminando con el peor amanecer de su vida... de la peor forma posible.
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