Camino a paso ligero, llego tarde como siempre. Pero no tengo prisa, es "juernes" y voy rumbo al fin de semana.
Al llegar a un cruce, levanto la vista y la veo: parche en el ojo, pañuelo en el pelo y pantalones por la pantorrilla. ¡Una mujer pirata cruzando Alhamar! ¿Habrá dejado su barco en el Genil? O, más probablemente, en Motril con la sequía que hay, y está aquí para encontrarse con su novia en este puerto (o su novio, o los dos), como dice la canción. El coche que estaba pasando frente a ella termina de pasar, y se esfuma el encanto. El parche resulta ser un mechón de pelo rebelde, el pañuelo es un foulard que el viento ondea y los pantalones... Son de Zara. O eso es lo que quiere que piense para pasar desapercibida entre la multitud. Seguro que está pensando sobre hacer pillaje, la tienda de la esquina parece llamar su atención. La miro con sospecha mientras ella evalúa la seguridad de la tienda.
Sigo andando San José Baja adelante, hasta que un ninja venido a menos se cruza frente a mí. Va vestido entero de negro y se mueve de una sombra a a otra, rápido y certero. Su barriga cervecera demuestra que no está en plenas facultades, de ahí que haya podido verlo. Se camufla entre las sombras de un bar en el que, en un abrir y cerrar de ojos, se disfraza de camarero y empieza a limpiar mesas. Pero no me engaña, lo que asoma del pantalón no es un abre botellas, sino una estrella de cuatro puntas, un nunchaku?
Al girar la esquina hacia Recogidas un oso de peluche enreda su correa en mis pies. No, no es una correa, son los hilos del titiritero que lo mueve desde las sombras. Parece casi un animal de verdad de lo bien que lo maneja, pero ningún perro podría tener ese pelo rizado y ser tan achuchable.
Giro de nuevo y me encuentro un aquelarre de 6 o 7 brujas y brujos que traman maleficios contra los jóvenes sentados en una terraza. ¿O son bandoleros preparando un ataque y los brujos intentan evitarlo?
Entro en mi destino echando una última mirada al aquelarre por si los conjuros empiezan a saltar de un lado a otro.