Desde pequeña recuerdo pensar “Qué padre más guay
tengo”.
Jugaba con nosotros, y no sólo a
los juegos que sabía y nos enseñaba, sino que aprendía cualquier juego que le
propusiéramos nosotros. Y jugar con 4 hijos a la vez implica mucha paciencia y
muchas ganas. Iba con nosotros en bici… a la que nos enseñó a montar. Conseguía
meter las maletas de 6 personas en un coche, eso sí, repitiendo siempre “Pero
qué lleváis aquí, si no hace falta tanta cosa” o “Venga, zafarrancho de
combate”. Y gracias a eso nos llevó por toda España, compartiendo con nosotros
su curiosidad y sus ganas de viajar. Podías contar con él cuando lo
necesitabas, por ejemplo, siempre que le preguntabas ¿Papá, podrías llevarme a,
no sé… una fiesta, la estación de autobuses, el aeropuerto de Málaga, a las 11
de la noche? Sabías que te iba a decir que sí, aunque supusiera dormir poco y
una hora de vuelta. Y en general, cuando le pedías algo, sabías que si estaba
en su mano iba a decirte que sí. Le gustaba echarle un poco más de sal a la
vida con chistes o bromas, y siempre intentando pillarte, hacerte pensar. No
todo el mundo tiene la suerte de tener un padre como tú.
Gracias, papá, te querremos muchísimo... siempre.