martes, 13 de mayo de 2014

Sueños arrancados


Tania tenía una habilidad muy peculiar. Cuando tocaba un objeto, podía sentir los sentimientos y pensamientos de la última persona que la había tocado. Un día recogió el chupete que se le había caído en el suelo a una niña pequeña mientras ésta reía. La sensación de alegría absoluta fue asombrosa, y todo porque su hermano estaba poniéndole caras graciosas. Otra vez encontró un coche de juguete descascarillado. Era de un niño que quería ser piloto y jugaba a recorrer las barandillas con su coche, practicando curvas y planeando cómo sería cuando cumpliera su sueño.

Pero no todas las sensaciones era buenas. Un día, cuando tenía 10 años, encontró un recibo de lotería tirado en casa de sus padres y al recogerlo para tirarlo sintió la desazón de su padre por no haber ganado, por no saber si sería capaz de terminar de pagar la casa, por no dejarles libres de deudas ahora que estaba tan enfermo. Esto último la sorprendió mucho, pues no sabía que su padre estuviera enfermo. Fue corriendo a preguntarle y él sólo pudo mirarla con amor infinito y abrazarla muy fuerte.

Además no sólo le pasaba con los objetos de otras personas. Si le pasaba algo muy bueno o muy malo llevando una prenda de ropa, la siguiente vez que se la ponía revivía esa sensación. Por eso cambiaba de ropa habitualmente y no llevaba nunca ropa prestada. También se había acostumbrado a llevar guantes incluso en verano.

Aún así, Tania no huía de su habilidad. La usaba para ayudar a los demás siempre que podía. Por ejemplo, siempre que algún compañero del trabajo estaba triste e intentaba ocultarlo, ella le dejaba un dulce o un regalo pequeño en su mesa sin que supiera quién había sido.

Un día, mientras caminaba por la calle, vio un poste de la luz lleno de grapas de antiguos carteles pegados, algunos enteros, la mayoría rotos tiempo ha. Se quitó lentamente un guante y acercó la mano temerosa al primer trozo de papel. Pérdida, ansiedad, un perro perdido, pequeño y juguetón. Retiró la mano. ¿Lo habrían encontrado? Estaría atenta por si lo veía. Lo intentó otra vez. Esperanza, un nuevo negocio empezando, reparaciones a domicilio. ¡Qué buena idea! Necesitaba arreglar algunas cosas. Cogió un bolígrafo y apuntó el número para más adelante. Otra más. Un intercambio de idiomas. Chino, japonés y español. Lo mismo era el momento de aprender chino, dicen que es el idioma del futuro. Otra más. Se busca compañero de piso. Otra más. Se alquila casa de dos plantas. Otra y otra y otra más. Algunas eran tristes, otras alegres, pero todas eran parte de la vida de alguien y ella las coleccionaba como tesoros guardados en su memoria.

Foto by Javi M.

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