De madrugada, mis compañeras de cuarto entraron emocionadas y cansadas por la primera noche en el barco. Bueno, realmente entraron Laura y Aída, porque Ana llevaba un rato durmiendo, había entrado con tanto sigilo que no la había sentido. No es que las otras dos no entraran con cuidado e intentando no hacer ruido, sino que como Aída y yo compartíamos la cama de matrimonio, resultaba altamente difícil que no me despertara. Una de las pegas que podíamos encontrar en las habitaciones eran las camas, no porque fueran incómodas o pequeñas (todo lo contrario, eran muy cómodas), sino porque teníamos una litera de dos camas y una cama de matrimonio... claro que a la larga tuvimos que dar gracias porque nos tocó uno de los camarotes más espaciosos :)
Cuando subimos a desayunar, nos dimos cuenta de que estábamos entrando en un pequeño puerto muy pintoresco: Villefrance sur le mer. Tan pequeño era que el barco no podía atracar y nos tenían que acercar a la playa.
Desayunamos y preparamos nuestro lunch a base de pequeños bocadillos rellenos de los embutidos que había en el buffet de desayuno. Como íbamos "a nuestro aire", no teníamos excursión contratada, por lo que nos pusimos de acuerdo con Quique y Ana para encontrarnos en el barco que nos iba a llevar a puerto. Sin embargo, tuvieron la "suerte" de que justo cuando llegaban al sitio se iba uno de los barquitos y, suponiendo que nosotros ya estaríamos montados, se fueron en él y no volvimos a verlos hasta la noche.
Para llegar a Mónaco desde Villefrance teníamos que coger un tren. Íbamos con ganas de hablar en francés, pero la gente se empeñaba en saber español... o en hablarnos en inglés.
En Mónaco no hay mucho que ver... así que empezamos a recorrerlo siguiendo el circuito de coches (que los chicos se sabían de memoria de tanto jugar a las maquinitas). En nuestro camino hacia el Casino, encontramos un pequeño hotel... pero lo descartamos por su falta de glamour y decidimos que esa noche volveríamos a dormir en nuestro camarote.
Llegamos al Casino montadas en mi coche de los martes y, aunque teníamos dinero preparado para apostar, decidimos continuar nuestro paseo por el puerto deportivo y ver los "barquitos" de los habitantes de la ciudad.
Antes de volver a Villefrance, visitamos el Palacio real (que estaba en obras ¬¬) y sus alrededores.
Finalmente fuimos a coger el metro de vuelta a nuestro barco....
donde la visión de las vías dio pie a extrañas ideas.
Por extraño que parezca, no soy yo la que parece tener más ganas de matarlo xD
Finalmente volvimos al barco, donde nos esperaba un musical basado en la película de Molin Rouge que estaba bastante curioso. Después de eso, como no teníamos ningún tipo de interés en el espectáculo de flamenco que había en la discoteca, jugamos una partida de trivial en el Casino (el del barco, no el de Mónaco). La gente empezó a retirarse, y decidimos pasar al Tabú, que prometía ser algo más entretenido. Mientras tanto, el señor JP me introducía en los cócteles que más le habían gustado, resultando al final de la noche una mezcla peligrosa de licores en mi estómago.
Para rematar la noche, guardamos los juegos y nos fuimos a cubierta, a la parte que estaba más protegida del frio viento de la noche y disfrutamos en buena compañía de un par de cócteles más y de una interesante y larga conversación... hasta las 6 de la mañana.
Cuando subimos a desayunar, nos dimos cuenta de que estábamos entrando en un pequeño puerto muy pintoresco: Villefrance sur le mer. Tan pequeño era que el barco no podía atracar y nos tenían que acercar a la playa.
Desayunamos y preparamos nuestro lunch a base de pequeños bocadillos rellenos de los embutidos que había en el buffet de desayuno. Como íbamos "a nuestro aire", no teníamos excursión contratada, por lo que nos pusimos de acuerdo con Quique y Ana para encontrarnos en el barco que nos iba a llevar a puerto. Sin embargo, tuvieron la "suerte" de que justo cuando llegaban al sitio se iba uno de los barquitos y, suponiendo que nosotros ya estaríamos montados, se fueron en él y no volvimos a verlos hasta la noche.
Para llegar a Mónaco desde Villefrance teníamos que coger un tren. Íbamos con ganas de hablar en francés, pero la gente se empeñaba en saber español... o en hablarnos en inglés.
En Mónaco no hay mucho que ver... así que empezamos a recorrerlo siguiendo el circuito de coches (que los chicos se sabían de memoria de tanto jugar a las maquinitas). En nuestro camino hacia el Casino, encontramos un pequeño hotel... pero lo descartamos por su falta de glamour y decidimos que esa noche volveríamos a dormir en nuestro camarote.
Llegamos al Casino montadas en mi coche de los martes y, aunque teníamos dinero preparado para apostar, decidimos continuar nuestro paseo por el puerto deportivo y ver los "barquitos" de los habitantes de la ciudad.
Antes de volver a Villefrance, visitamos el Palacio real (que estaba en obras ¬¬) y sus alrededores.
Finalmente fuimos a coger el metro de vuelta a nuestro barco....
donde la visión de las vías dio pie a extrañas ideas.
Por extraño que parezca, no soy yo la que parece tener más ganas de matarlo xD
Finalmente volvimos al barco, donde nos esperaba un musical basado en la película de Molin Rouge que estaba bastante curioso. Después de eso, como no teníamos ningún tipo de interés en el espectáculo de flamenco que había en la discoteca, jugamos una partida de trivial en el Casino (el del barco, no el de Mónaco). La gente empezó a retirarse, y decidimos pasar al Tabú, que prometía ser algo más entretenido. Mientras tanto, el señor JP me introducía en los cócteles que más le habían gustado, resultando al final de la noche una mezcla peligrosa de licores en mi estómago.
Para rematar la noche, guardamos los juegos y nos fuimos a cubierta, a la parte que estaba más protegida del frio viento de la noche y disfrutamos en buena compañía de un par de cócteles más y de una interesante y larga conversación... hasta las 6 de la mañana.