El aire apartaba el pelo de mi cara y lo agitaba a mi espalda, donde volaba y se entrelazaba libre de ataduras. Con una fuerte inspiración cerré los ojos sintiendo cómo el suelo pasaba irregular bajo mis pies, deslizándose sobre él como si de hielo se tratara. Izquierda, desliza..., derecha, desliza...
Apoyé el peso sobre la pierna izquierda, relajando a la par la derecha, de manera que giré siguiendo el sinuoso trazado del camino. Una suave loma me obligó a acelerar el ritmo. Izquierda, derecha, izquierda, derecha,...
Al sobrepasar el altozano del montículo se abrió a mis pies un espectáculo sobrecogedor que me obligó a detenerme un instante mientras recuperaba el aliento. Las encinas hojas oscuras de mi alrededor se tornaban poco a poco en retama y romero y el suelo pasaba de bermeja tierra a blanca arena. Un poco más abajo, y dominando el paisaje, el brillo rojizo del sol poniente se extendía sobre la superficie cristalina del mar mientras aquel se daba un último baño antes de irse a acostar hasta el siguiente día.
Con una sonrisa, retomé la carretera deslizándome sin necesidad de realizar demasiado esfuerzo salvo el imprescindible para esquivar las pequeñas islas de arena que plagaban el gastado asfalto. Al llegar al límite del camino me apoyé en una roca y saqué de la mochila las chanclas mientras dejaba que el suave rumor del mar me hechizara.
Apoyé el peso sobre la pierna izquierda, relajando a la par la derecha, de manera que giré siguiendo el sinuoso trazado del camino. Una suave loma me obligó a acelerar el ritmo. Izquierda, derecha, izquierda, derecha,...
Al sobrepasar el altozano del montículo se abrió a mis pies un espectáculo sobrecogedor que me obligó a detenerme un instante mientras recuperaba el aliento. Las encinas hojas oscuras de mi alrededor se tornaban poco a poco en retama y romero y el suelo pasaba de bermeja tierra a blanca arena. Un poco más abajo, y dominando el paisaje, el brillo rojizo del sol poniente se extendía sobre la superficie cristalina del mar mientras aquel se daba un último baño antes de irse a acostar hasta el siguiente día.
Con una sonrisa, retomé la carretera deslizándome sin necesidad de realizar demasiado esfuerzo salvo el imprescindible para esquivar las pequeñas islas de arena que plagaban el gastado asfalto. Al llegar al límite del camino me apoyé en una roca y saqué de la mochila las chanclas mientras dejaba que el suave rumor del mar me hechizara.
3 comentarios:
Qué bonito! ¿Y dónde pasó eso?
Ohhhh que potito! :)
Como la última vez comentaste lo de ir a patinar sobre hielo al leerlo me he estado todo el rato imaginando eso :P pero al llegar a la 2a mitad ya no xD
Pues eso, que ha sido corto (weno, para mi que no estoy acostumbrado a la lectura parece un libro xD) pero bonito y lo importante, me ha hecho imaginarme la situación en mi mente :)
PD: Esta vez ha habido alguna que otra 'palabro' rara, pero por el contexto es fácilmente entendible, ya sabes por quien lo digo ;)
Deslizarse y dejarse llevar sin miedo es una sensación muy agradable y si se completa con una puesta de sol en el mar... la escena sin duda es perfecta.
Espero que vivas muchas como esta ;)
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