La luz entraba a raudales por las ventanas de cristal de palacio. Cómodamente sentada en su trono, su Majestad escuchaba con cara de comedido aburrimiento el relatar de un acontecimiento insignificante que uno de sus vasallos no era capaz de resolver por sí mismo y requería algo de su soberbio conocimiento (pero no mucho, no era tanta la importancia de dicho vasallo). El relato de lo acaecido era, o así le parecía a ella, monótono y sin sentido y el problema no era tal, sino una minudencia del pueblo llano: las tierras del Sur estaban anegándose y eso había provocado el crecimiento de malas hierbas, estropeando la cosecha en todo el reino.
Con magnánima benevolencia, su Majestad decide conceder un día más para el pago del tributo semanal que sus vasallos tienen que hacerle, demostrando así su conocimiento y su buen hacer. El vasallo, incrédulo, no es capaz de comprender su gesto y exige que haga algo que solucione el problema. Cansada de tanto alboroto y tan poco agradecimiento, manda a uno de sus lacayos para que se lleve a ese insignificante insecto de su vista y la deje proseguir con sus quehaceres diarios (hoy, concretamente, manicura y baño de sol).
Mientras deja que el sol acaricie su piel, disfruta del ir y venir de la multitud de obreros que trabajan en la ampliación de su castillo. De repente, una sombra oscurece el cielo, obstaculizando su bronceado. Enfada, próxima a la ira, llama a todos sus sirvientes, más ninguno es capaz de hacer que el sol vuelva a brillar. Cuando su cólera parecía alcanzar el máximo, el suelo bajo el Palacio de Cristal empieza a temblar provocando el pánico en todo el Reino.
Su Majestad, incapaz de hacer más que gritar, da órdenes sin sentido mientras observa impotente cómo su precioso palacio acaba en el fondo del cubo de la basura.
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Otro posible título sería: El Terrario, aunque no lo he puesto porque desvela un poco el final...
Con magnánima benevolencia, su Majestad decide conceder un día más para el pago del tributo semanal que sus vasallos tienen que hacerle, demostrando así su conocimiento y su buen hacer. El vasallo, incrédulo, no es capaz de comprender su gesto y exige que haga algo que solucione el problema. Cansada de tanto alboroto y tan poco agradecimiento, manda a uno de sus lacayos para que se lleve a ese insignificante insecto de su vista y la deje proseguir con sus quehaceres diarios (hoy, concretamente, manicura y baño de sol).
Mientras deja que el sol acaricie su piel, disfruta del ir y venir de la multitud de obreros que trabajan en la ampliación de su castillo. De repente, una sombra oscurece el cielo, obstaculizando su bronceado. Enfada, próxima a la ira, llama a todos sus sirvientes, más ninguno es capaz de hacer que el sol vuelva a brillar. Cuando su cólera parecía alcanzar el máximo, el suelo bajo el Palacio de Cristal empieza a temblar provocando el pánico en todo el Reino.
Su Majestad, incapaz de hacer más que gritar, da órdenes sin sentido mientras observa impotente cómo su precioso palacio acaba en el fondo del cubo de la basura.
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Otro posible título sería: El Terrario, aunque no lo he puesto porque desvela un poco el final...
5 comentarios:
Las personas que están en el poder son unas incomprendidas...
este relato parece un cuento con moraleja, y además con intervención divina, aunque siendo tú me resultaría curioso lo de la justicia divina xD
por cierto, a ver si publicas ya el libro de neesy (ya no me acuerdo si era así), el del oráculo de ainish, que vamos necesitando más capítulos...
La verdad es que tenía una moraleja que contar y se me ocurrió que un terrario y una hormiga reina podrían ejemplificar bien la idea... Y en ningún momento pensé que se tratara de intervención divina... sino humana ;)
Bonito, me ha gustado
Vale, ahora que lo leo por 2ª vez lo comprendo todo mejor.
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