jueves, 23 de marzo de 2006

Bitácora de viaje: Día Uno, reconociendo el terreno

Al atardecer de aquel domingo de marzo, unos 80 estudiantes de informática cerraban sus maletas ansiosos por tomar el autobús que los llevaría al viaje tan esperado: el crucero Brisas del Mediterráneo.

Cargados de maletas e ilusiones, los jóvenes se encaminaron hasta los comedores universitarios esperando al lujoso medio de transporte que había de conducirlos durante 12 horas hasta la ciudad de Barcelona. Cuál no fue su sorpresa al descubrir que el autobús que creían propio, con cómodos y amplios sillones le era asignado a los estudiantes de Derecho, y ellos habían de lidiar con un cascarón con ruedas, renqueante y pequeño, donde los más altos habían de permanecer con las piernas flexionadas durante todo el recorrido.

Tras disfrutar en 3 horas de dos películas (Buscando a Nemo, para ir entrando en materia, y Al sur de Granada, para que la gente fuera adormeciéndose), bajamos a estirar las piernas -unos con mayor necesidad que otros-. En el resto del viaje, la gente empezó a dormirse, y los valientes que intentábamos escapar de los brazos de Morfeo, decidimos unirnos en un Trivial de medianoche. Sin embargo, el movimiento monótono del autobús nos invitaba a cerrar los ojos y decidimos intentar descansar un rato... con pocos o ningún resultado.

Finalmente, llegamos al puerto de Barcelona, donde nos esperaba nuestro querido SS Oceanic. Embarcamos las maletas, obtuvimos nuestra tarjeta de identificación en el barco y procedimos a esperar las 3 horas que precisaron los tripulantes del barco para acondicionar el que iba a ser nuestro hogar durante una semana.

Crucero: Esperando para embarcar

Al momento de abrir el embarque, corrimos presurosos hacia el barca para descubrir que... era preferible la entrada por habitaciones y teníamos que esperar a los compañeros de camarote rezagados. Una vez todos juntos, nos adentramos en los maravillosos lujos del barco.

Crucero: Subiendo

Un amable tripulante nos acompañó a nuestro camarote, en las entrañas del barco, justo encima de su corazón (la sala de máquinas). Sin apenas deshacer las maletas, caímos cual buitres sobre el buffet libre y degustamos los manjares que nos tenían preparados. La noche de viaje nos había agotado y había hecho estragos en mi mermada salud, por lo que decidimos descansar un poco antes de intentar desentrañar los secretos ocultos del buque.

Crucero: Al fin en el barco

A la hora de la cena, nos dimos cuenta de que debíamos comer separados de todos nuestros compañeros conocidos (aunque Jesús, Quique y Alberto comían en la mesa junto a la nuestra). Saludamos al resto de comensales y a dos nuevos personajes en mi relato: Aldo, el camarero encargado de la comida, y Christian, su ayudante encargado de las bebidas. Resultaron ser dos personas entrañables que se convertirían en parte de la historia por derecho propio, tal y como relataré más adelante. La cena era a la carta, y podíamos elegir entre los múltiples platos disponibles de entrantes, ensaladas, pescados, pastas y carnes. A parte de eso, un gran surtido de postres conformaban el broche dulce de una cuantiosa cena.

Mientras disfrutábamos de los manjares ya mencionados, un amable camarero nos abrió la cama y situó nuestros pijamas de manera que fuera apetecible el ponérselos (aunque lo que pasaba es que daba pena tocarlos).

Crucero: Los pijamas cobraban vida

Por la noche, el diario de abordo proponía gran cantidad de actividades y la curiosidad innata de todos nos invitaba a recorrer el barco y comenzar la degustación de los cócteles disponibles. Sin embargo mi salud había empeorado y decidí acostarme para acumular las energías necesarias para el día siguiente: Florencia.

PD: Pongo las fotos con gente y todo, si a alguien le molesta que su cara estén en internet, que me lo diga y la quito en un santiamén.

7 comentarios:

jp dijo...

"los más altos habían de permanecer con las piernas flexionadas durante todo el recorrido" -> creo que eso me incluye... menos mal que sólo fue el principio y el final

Anónimo dijo...

me recuerda la cama a un hospital :O
molaria ver alguna imagen del mar ...o de algun sitio y chicas wapas ,esas cossillas!! :)
jeje

Anónimo dijo...

uhm.. todavía no has hecho ningún comentario de tus maravillosas compañeras de habitación ;)

Si pudieramos retroceder el tiempo... ese sería un bonito día para escoger

Espero próximos capítulos

Anónimo dijo...

Claro, claro, mientras tú dormías, mi cabeza daba muuuuuuuxas vueltas. Pfff!! Cómo se movía el caxarro ése.

La verdad es que tal y como lo has contado parece que fuéramos en la suite del Titanic :P

A ver cómo siguió el viaje xD

Ferguson dijo...

Queremos fotos de Gustav!!! Y del machote de Roy. Qué hombre... xD

Miauz dijo...

JP: Tengo una solución para futuros viajes, consiste en una sierra y un montón de vendas...

juax: Tranquilo, en cuanto me pasen fotos de esas las colocaré.

alayma: Niña, si contara algo tan maravilloso en mi primer capítulo, cualquier cosa que contara después no gustaría a nadie.

coco: Después de esto, los de pullmantur me van a tener que dar comisión xD

Ferguson: No tengo fotos de ellos, pero acepto cualquier tipo de donación para colgarlas en el flickr.

Anónimo dijo...

pos sí, hija, los de marsans te deben una...
no obstante, no hay que olvidar que el primer día fue cuando conocimos a un raro ejemplar de "machus hispanicus", el del pueblo de tomás cuando nos dio las tarjetitas ;)