Justicia (I)Justicia (II)El color desapareció del rostro de Maia y se abrazó, en un vano intento de evitar que todo su cuerpo temblara.
- Pero....
- Ordena tus ideas, muchacha, aunque yo tengo todo el tiempo del mundo, tú no.
- ¿Por qué estás tú aquí?
- Para ser SU mano ejecutora y satisfacer SUS peticiones – contestó rápidamente, como si respondiera algo obvio.
- ¿Su petición es que me mates?
- Su palabra, anunciada largo tiempo ha, será ejecutada hoy – su discurso sonaba como algo manido y repetido-. El principio del fin de la humanidad acaba de comenzar.
- ¿Su palabra anunciada?
- Él comunicó a aquellos que todavía deseaban de oírle que este día llegaría. Fue escrito y ha sido transmitido durante muchas generaciones.
- ¿Que aquellos que vayan contra sus designios serán castigados? – preguntó tentativamente Maia.
- Exacto.
- Entonces, ¿por qué he de morir yo? Soy una católica practicante.
La risa del ángel sonaba como el repicar de una pequeña campana, limpia y clara. Maia aprovechó el respiro para pensar en lo que le estaba pasando. Ella era creyente, iba a misa y, aunque no siempre seguía los mandatos de la Iglesia Católica, creía llevar una vida que sea adecuaba bastante a los preceptos de sus creencias. El ángel la miró con malicia.
- Los designios de los hombres no son SUS designios. Hace tiempo que los hombres sólo escucháis a otros hombres. Adaptáis SUS enseñanzas a vuestros deseos y optáis por hacer lo que os conviene en el momento dado.
- Pero la Iglesia…
- Hombres corruptos, se creen que son capaces de hablar en SU nombre y sólo ÉL es su propia palabra – replicó el ángel con cólera. Sus alas se movían al final de las frases, para hacer hincapié en el mensaje que deseaba transmitir-. Los siglos que han pasado no os han hecho más sabios, sino más hábiles en la malinterpretación de las señales.
Un gorgoteo a su lado hizo que Maia se girara. El violador se había dado la vuelta e intentaba inútilmente respirar mientras de su nariz y su boca salía sangre. Sus ojos estaban fijos en ella, como pidiéndole ayuda. Incapaz de permanecer impune la muchacha dio un paso en su dirección. El ángel puso una mano en su hombro, deteniéndola.
- Los que como él desatienden a SUS mandatos más básicos, no merecen el perdón. Están condenados.
- Pero ÉL es misericordia, ¡es AMOR!
- ÉL es justo. Yo soy SU mano ejecutora.
- Está sufriendo, al menos, acaba con su dolor.
- No hay perdón para el pecador que no se arrepiente. No hay purga para el mal reincidente.
- Eso no es lo que nos enseñaron. Dios mandó a su Hijo para que nos diera un mensaje de amor y hermanación. Bienaventurados los misericordiosos porque ellos recibirán misericordia.
- ¿Y qué hicisteis con él? ¿Qué fue del mensaje que con tanto amor fue predicado? – la rabia del ángel era patente- Ha sido olvidado, obviado y malinterpretado para adaptarlo a vuestras necesidades en cada momento. Exigís amor cuando lo necesitáis y negáis ayuda cuando os la piden quienes no tienen ningún medio de devolver el favor. Por eso la humanidad tiene que recibir una nueva lección, una que renueve al hombre o lo destruya, una que vuelva a encarrilarlo en el buen camino, una que no dé pie a malinterpretaciones. En palabras que puedas comprender, este es el Apocalipsis.
Justicia (y IV)