La muñeca parpadeó, moviendo sus pestañas de plástico, y miró alrededor. La oscuridad lo envolvía todo, así que esperó a que sus ojos de cristal se adaptaran a la falta de luz. Poco a poco fue distinguiendo la luz que se colaba por la contraventana mal encajada. Sin embargo, no veía lo que había esperado, algo estaba mal.
La mesa seguía en su sitio, pero estaba vacía y un manto gris de polvo la cubría. Giró la cabeza y miró hacia la estantería. La mitad de los estantes aparecía huecos, como bocas hambrientas gritando por los libros perdidos. Un par de peluches reposaban bocabajo en el segundo estante, como dormidos..., no, como muertos. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Asustada, se giró completamente para ver a su compañero de estante y comprobar si seguía allí. Una nube de polvo y pelusas cayó de sus rizos castaños y la hizo estornudar varias veces. Cuando se recuperó, respiró tranquila porque Tobi, el oso de peluche, seguía sentado a su lado. Estiró su mano de plástico y tocó la suave piel de su amigo de toda la vida. Pero Tobi no reaccionó y se precipitó hacia abajo, desde el estante hasta... el suelo, porque ya no quedaba nada más bajo ellos. La cama, los cojines, todo había desaparecido. Los niños, que hacía tiempo que habían crecido, se habían ido definitivamente y los habían dejado olvidados, abandonados... para siempre.
La mesa seguía en su sitio, pero estaba vacía y un manto gris de polvo la cubría. Giró la cabeza y miró hacia la estantería. La mitad de los estantes aparecía huecos, como bocas hambrientas gritando por los libros perdidos. Un par de peluches reposaban bocabajo en el segundo estante, como dormidos..., no, como muertos. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Asustada, se giró completamente para ver a su compañero de estante y comprobar si seguía allí. Una nube de polvo y pelusas cayó de sus rizos castaños y la hizo estornudar varias veces. Cuando se recuperó, respiró tranquila porque Tobi, el oso de peluche, seguía sentado a su lado. Estiró su mano de plástico y tocó la suave piel de su amigo de toda la vida. Pero Tobi no reaccionó y se precipitó hacia abajo, desde el estante hasta... el suelo, porque ya no quedaba nada más bajo ellos. La cama, los cojines, todo había desaparecido. Los niños, que hacía tiempo que habían crecido, se habían ido definitivamente y los habían dejado olvidados, abandonados... para siempre.
3 comentarios:
Realmente, podemos decir que está en ello... todavía está como afónica, además de algo deprimente.
...es lo que tiene la Play Station ;P.
Mola :)
Pues sí...
Gracias :)
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